Críticas

Medios

Zvonimir Matich: “Muestro el sentido abstracto de la belleza”

El pintor y artista multidisciplinar habla de su última obra, la serie Luna.

Tras exponer en Madrid y Barcelona, Zvonimir Matich reflexiona acerca de su último título, el cual surge tras presenciar el encanto de un eclipse. Un fenómeno natural tan intenso como fascinantemente explorado a través del estuco, la técnica que caracteriza al pintor.


​El estuco, una técnica poco habitual en la pintura

Más asociado al ámbito de la arquitectura, el estuco es una técnica poco habitual en el plano artístico. Pero Matich lo lleva trabajando desde hace más de 20 años. «Lo descubrí gracias a una amiga interiorista», dice el artista de nombre croata pero nacido en Zaragoza.


“Deposito el estuco sobre una tela y, mientras está fresco, voy añadiendo los pigmentos en polvo. Después, con la ayuda de esponjas o espátulas, voy prensando los pigmentos contra el estuco y voy haciendo capas, añadiendo y quitando”, explica el pintor.


«Al principio es complicado trabajarlo pero, cuando dominas la técnica, se hace todo más fácil. Mientras que con el óleo tienes que esperar bastante hasta que se seque, el estuco está seco en unos 30 minutos. Esto permite que puedas añadir o quitar capas sin problemas», detalla. Y confirma: “De la técnica del estuco me gustan las gamas cromáticas de los colores que yo mezclo”.


La colección Luna, se compone de un universo que evoca sensaciones únicas. Los cuadros invitan asumergirse en su efecto tridimensional. Una característica que se revela a medida que el espectador se acerca a la obra.


​Viajar, un terreno fértil para la inspiración

«Normalmente, para hacer una colección, me inspiro en los viajes que hago«. De allí han surgido la mayoría de sus trabajos como la serie “África” o “Asia”. Todos ellos expuestos en diferentes galerías del mundo. Viajar es una característica que Matich lleva en su ADN tanto como su acercamiento temprano al ámbito artístico. Una de sus hermanas es pintora, otra dramaturga; su madre pintaba en casa extraordinariamente bien y su padre fue concejal de cultura en Zaragoza .


“Lo primero que hice con algo más de veinte años fue recorrer Europa y visitar sus museos”, explica el pintor quien dejó la carrera de medicina para estudiar Bellas Artes en Barcelona.


Con el tiempo, ha convertido las fotografías que toma de los paisajes y ciudades que visita, en el registro de su propia expresión artística y de la expansión de su creatividad.“ Cuando viajo tomo fotos y, cuando llego al estudio, voy asumiendo lo que veo, experimento y empiezo a trabajar sobre eso”, dice.


El valor estético de una obra

Zvonimir Matich tiene su casa-taller en el barrio de Poblenou, en Barcelona, ciudad en la que vive desde hace más de 25 años. Y una ciudad que, también, ha sido testigo de su evolución. Allá por los años 90 «Barcelona era un gran núcleo artístico y por ese entonces realizaba instalaciones en galerías«, explica el artista multidisciplinar.


Antoni Tàpies o Miquel Barceló y, en especial, sus trabajos relacionados con cemento o arena, son algunos de sus referentes. Pero, confirma que ha sido el perfeccionamiento del estuco el que lo ha llevado a expresar su propia conexión con esta técnica. Una evolución que también se refleja en la mirada que tiene sobre el arte abstracto, el cual va adquiriendo formas según la necesidad de manifestación.


Para el artista, hay un componente innato que debe presentar una obra. “No entiendo una obra si no tiene valor estético. La estética comprendida como algo bello, con proporciones, que te hace admirar, te llama la atención aunque sea negativamente… La estética como el resultado de un trabajo elaborado«, expresa. Y da pie a su siguiente afirmación: «Muestro el sentido abstracto de la belleza”.


¿Su próximo trabajo? «Me gustaría hacer un viaje por Irán, Georgia y Armenia», adelanta. Además, está preparando el lanzamiento de su nueva página web. Mientras tanto, aquí puedes ver sus trabajos o conocer su estudio en 3D.


Jazmín Castresana,

in category ARTE 12 junio, 2018


Zvonimir Matich, Paleontólogo de la Mente


​Al analizar el sistema perceptivo humano, Roman Gubern designó como pulsión icónica al impulso natural de imponer cierto orden al magma cognitivo, esto es, a reducir la realidad a símbolos compartidos. Pero paradójicamente la imagen simbólica a menudo deviene laberíntica y criptica, como ocurre en la iconografía derivada de tradiciones herméticas.


Este pugna atávica entre el impulso icónico y el anhelo de preservación del enigma se expresa de algún modo en las pinturas de Zvonimir Matich, donde fragmentos de un léxico intercultural quedan sedimentados cual reliquias de arte rupestre sobre estratos de materia erosionada.

Impresiones de la sabana africana quedan plasmadas en forma de cebras, monos y elefantes emergiendo de superficies rugosas cuyos cuarteados remiten a las lagunas de la memoria, y cuya patina herrumbrosa es trasunto de las mixturas entre recuerdo, sensación e imaginación.

 

Desdibuja los límites entre naturaleza y lenguaje, siendo a veces membranas orgánicas a modo de ondas acuáticas, flujos de savia o espirales ígneas las que se manifiestan como potencia cósmica.

 

En otras ocasiones, nos parece estar admirando las pinturas milenarias que decoran las cuevas de Ajanta. Poco importa si Matich visitó este u otros santuarios en sus viajes por Asia, pues lo que queda es la asimilación sensitiva y espiritual de una cadencia ancestral. Algo de la exquisita sensualidad de las vidas de Buda narradas en esas grutas indias se hace patente en la serie que Matich dedica a las culturas asiáticas, pero el relato en si desaparece a favor de la pura impronta anímica, en un proceso de depuración en el que la figura a menudo queda engullida por la pura lava sensorial.

 

La serie roja pudiera evocarnos ese rojo pompeyano característico de la Villa de Boscoreale. Y así como los frescos pompeyanos, conservados de forma natural gracias a la ceniza volcánica, son la expresión de un tiempo congelado, las pinturas de Zvonimir también abren un boquete para adentramos en el túnel del tiempo.

 

El tratamiento artesanal al que Matich somete los lienzos, con esgrafiados pintados sobre capas de estuco pigmentado, es en sí una reconstrucción metafórica no sólo de los mecanismos cognitivos y los estratos de la memoria, sino también de los procedimientos antiguos de la pintura al fresco. Pero al artista no le interesa reproducir las técnicas murales sino la transformación de esas pinturas antiguas en vestigios sublimados por su condición de ruina.

 

Trazas de memoria compartida, inextricables de los recuerdos y vivencias personales, que dan como fruto imágenes puramente mentales.

Anna Adell

Por anaad / In Arte Actual 13 noviembre, 2013


"Cada palabra es un paisaje".



Lo dice Henri Michaux en Un bárbaro en Asia, al hablar de la poesía china. Por muy breve que parezca un poema chino, la información visual que sus ideogramas contienen es extensa y caleidoscópica, próxima al infinito. En la palabra azul, nos explica, están contenidos los signos de partir la leña, del agua y de la seda. Zvonimir Matich también ha viajado por Asia como ha viajado Michaux, y su visión caleidoscópica ha regresado con él, fertilizada y reconstituida por las vitaminas de la otredad, que precisan de la intemperie, del sol, para activarse. De la experiencia directa. Myanmar, la antigua Birmania, fue un lugar de peregrinación para el artista, y en fechas más próximas, Mongolia y China, desde el desierto del Gobi a las ciudades emergentes, donde proliferan los rascacielos y crece la selva semiótica.


Los títulos de sus cuadros mas recientes llevan referencias a estos lugares y, solo por eso, abren ya el apetito y la fantasía: Ping'an, Qiaotou, Lijiang, Khatgal, el lago de Chuwsgul. "Cada palabra es un paisaje", decíamos. Pero Zvonimir Matich no es un poeta chino, sino un pintor europeo. Pide ciertas pruebas materiales de la existencia de las cosas. Del mismo modo que Santo Tomás exigió tocar para creer, la pintura exige en él la materialización, cuando no la carnalidad de lo sensible. La multiplicidad de referentes para las ideas abstractas se manifiesta, de forma física, en un desarrollo de estratos, colores y formas que se descubren unas debajo de las otras, como producto del aparente azar o de la necesidad pausada y sabia de la Geología.


En su misión le ayuda al pintor su extraordinaria técnica bien sedimentada ella misma con los años, que hace prodigios con el estuco y los pigmentos. En la palabra azul, en el ideograma chino, están contenidos el crujido de la seda, la tersura del agua y el trabajo del leñador. Todo a la vez. Una pintura tanmaterial como la de Zvonimir Matich se plantea el mismo reto de la sincronía. Su serie roja es monocromática pero múltiple en sus sentidos: el rojo de la laca oriental, de los sellos con los que firman los pintores, y el color del cinabrio. Y el color de la sangre, por supuesto. Nos está contando una historia de pasión y un romance geológico al mismo tiempo. una premonición, también, del viaje a China que emprendería al concluir la serie. El problema del tiempo se ha resuelto de diveersos modos a lo largo de la historia del Arte. En un mismo cuadro, en pintores como El Greco podían convivir varios capítulos de una misma historia. El Jardín de las Delicias nos muestra nos muestra la vida de los hombres antediluvianos, su orgía perpetua. Al cerrar las puertas del tríptico, lo que El Bosco nos enseña es cómo quedó todo tras la retirada de las aguas. Esa pintura en grisalla muestra el mundo como un lugar propicio para la excavación y la paleontología de la existencia, de la vida e incluso de la culpa. El color que aparece, de forma sorprendente, en las pinturas últimas de Zvonimir Matich, procede de una excavación afanosa, en lucha contra el tiempo, en la superficie de grisalla de la pura tierra, en la aridez telúrica del olvido. Sus viajes están allí, y están las miradas de las gentes y sus ropas y el azul que los lagos heredan del cielo de mongolia.


Estos viajes aludidos son una constante en la vida del artista, que no sabe parar quieto. En el correo electrónico aparece de repente un mensaje de Zvonimir. Ha encontrado un cibercafé en Ulan Bator y aprovechado para mandarme un saludo. En otra ocasión lo que te envia es una foto desde Tanzania. También ha recorrido Norteamérica, sus parajes incontaminados, pero también sus ciudades. Nueva York donde vivió medio año, Chicago, Miami, Seatle, San Francisco.Y la América del Sur: Bolivia, Chile, Argentina, Perú.... Cierta predilección, eso sí, por los desiertos de los que hace colección: El Gobi, Atacama que me confesaba indescriptible. De aquí la necesidad de la pintura, en concepto de presentación más que representación. Estos viajes y estos paisajes le han acercado además al alma de la gente, de los pastores mongoles, con quienes convivió por unos días, compartiendo "su conida y sus canciones", y dejándose sorprender por la generosidad del nómada.


Zvonimir y yo nos conocemos desde que éramos muchachos. Entonces, pero él no lo sabe, escribí un cuento en el que mi protagonista visitaba un lago de Mongolia donde se bañaban dinosaurios. ël ha estado allí, pero yo estuve primero, aunque fuera con la imaginación. Los recuerdos que me trae del lugar me confirman algunos de mis sueños, incluida la existencia de los grandes saurios, cuyos restos afloran en sus cuadros. Afloran también las sombras de los animales, elefantes o cebras en las pinturas de inspiración africana. Estepas asiáticas o sabanas africanas interiorizadas, que todos llevamos dentro, como en sueños, por lo que todos nos encontramos también reflejados en las pinturas de Zvonimir Matich.



Alejandro J. Ratia Zaragoza,

febrero de 2008

¿TIenes dudas sobre mi trabajo?

Contactar

¿Interesado en una obra única o una presupuesta personalizada? Hablemos. Estoy a su disposición para cualquier consulta o proyecto artístico.

Contact Us